Si se hubiera levantado diferente tal vez no hubiera muerto. Pero cuando abrió los ojos ya eran las 11 de la mañana, el despertador no había sonado y debido a eso iba a llegar tarde a su trabajo. Ya ni valía la pena ir. Cuando se sentó en la cama recordó que tenía una reunión importantísima y sin darse cuenta apoyó primero el pie izquierdo, cuando reparó en ese hecho quedó totalmente desquiciada. Nada bueno podía pasar ese día.
Bajó las escaleras pensando en lo ocurrido, y puso el agua para tomar unos mates, pero no le quedaba más yerba. Entonces fue a prenderle una vela al sagrado corazón de jesús para que la proteja, pero el encendedor ya no tenía gas. ¿Dónde había dejado los fósforos? Los usó para poner la pava al fuego, pero no estaban en ningún lado. Salió a la puerta, tomó el diario, y lo ojeó mientras esperaba que se hiciera el agua. Si no había yerba iba a tomar un té. Llegó al horóscopo, cita obligada en su vida, pero la página estaba borroneada y ahí ya no pudo aguantar. Corrió al teléfono y llamó a su hija.
¿Qué pasa mamá? No te entiendo, hablá despacio. No, no puedo ir, Santi se levantó con fiebre, vení vos. Tomate un taxi y llegas enseguida. ¿Cómo que no te podes arriesgar? ¿Porqué no? ¿Cómo sabés que va a chocar? Dale mamá, tomate un taxi, vení que yo pongo el agua para el mate, bueno, vení caminando, hacé como quieras.
Cortó el teléfono y se fue a bañar. No mejor bañarse no, no sea cosa de resbalar con el jabón. Mejor solo cambiarse, cuidadosamente, lejos de las ventanas, sentada en la cama, muy despacio. Bajó la escalera agarrándose bien fuerte de la baranda de madera y se guardó la estampita en el pantalón.
No llevó cartera porque no quería que se la roben. Cerró bien las persianas, y se acordó del agua. Fue con desesperación a la cocina, el agua había hervido pero estaba todo en orden. Apagó la hornalla, cerró el gas, 3 veces para cerciorarse, agarró las llaves, se hizo la señal de la cruz, y salió a la calle. Cerró la puerta con llave y revisó que la había cerrado bien.
Había sol y hacia calor, pero no le levantó el animo. Sólo tenía que caminar 10 cuadras hasta lo de su hija, pero no aguantaba la tensión. Caminando muy lento, primero un pie, luego el otro, con cuidado, no sea cosa de caerse y desnucarse.
Vio venir desde la esquina un muchacho de unos 25 años bastante desaliñado, buscando algo en el bolsillo del buzo. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, la iba a matar, seguro la iba a matar. Pensó en correr, pero le pegaría un tiro desde donde estaba, así que sólo cruzó la calle, mirando bien para cada lado con mucho cuidado. No se sintió a salvo hasta volver a subir a la vereda. Por su parte el muchacho había encontrado lo que buscaba y pasó escribiendo en el celular.
A ella el corazón le latía con mucha fuerza. Era eso, sí, se iba a morir de un paro cardíaco, por eso todo lo que le pasó. Se sentó en la puerta de una casa a descansar porque sentía que estaba agonizando, pero no, el paro no llegaba más. Decidió seguir hasta la casa de su hija y desde ahí pedir una ambulancia para ir al hospital. Se levantó con dificultad, se sentía tan vieja, tan débil.
Mientras caminaba iba rezando, sólo Dios podía salvarla de la tragedia que le esperaba. Pasó por la puerta de la iglesia a la que acudía todos los domingos y decidió pasar, ningún lugar en el mundo era tan seguro en ese momento como la casa del Señor. Se acercó a la puerta y cuando la quiso abrir se dio cuenta que estaba cerrada.
Era la decisión de Dios, había llegado su momento y ya no quería ayudarla. Él mismo le estaba cerrando la puerta de su propia casa, las señales habían sido claras, y ella las entendió. Escuchó la barrera del tren, y salió corriendo en esa dirección. Le faltaba una sola cuadra, la paz se apoderó de su cuerpo, de pronto vio todo con claridad. Cruzó la primer barrera y se arrodilló mirando de frente al tren. El tren pasó y ella ya nunca más tuvo miedo de morir.
Bajó las escaleras pensando en lo ocurrido, y puso el agua para tomar unos mates, pero no le quedaba más yerba. Entonces fue a prenderle una vela al sagrado corazón de jesús para que la proteja, pero el encendedor ya no tenía gas. ¿Dónde había dejado los fósforos? Los usó para poner la pava al fuego, pero no estaban en ningún lado. Salió a la puerta, tomó el diario, y lo ojeó mientras esperaba que se hiciera el agua. Si no había yerba iba a tomar un té. Llegó al horóscopo, cita obligada en su vida, pero la página estaba borroneada y ahí ya no pudo aguantar. Corrió al teléfono y llamó a su hija.
¿Qué pasa mamá? No te entiendo, hablá despacio. No, no puedo ir, Santi se levantó con fiebre, vení vos. Tomate un taxi y llegas enseguida. ¿Cómo que no te podes arriesgar? ¿Porqué no? ¿Cómo sabés que va a chocar? Dale mamá, tomate un taxi, vení que yo pongo el agua para el mate, bueno, vení caminando, hacé como quieras.
Cortó el teléfono y se fue a bañar. No mejor bañarse no, no sea cosa de resbalar con el jabón. Mejor solo cambiarse, cuidadosamente, lejos de las ventanas, sentada en la cama, muy despacio. Bajó la escalera agarrándose bien fuerte de la baranda de madera y se guardó la estampita en el pantalón.
No llevó cartera porque no quería que se la roben. Cerró bien las persianas, y se acordó del agua. Fue con desesperación a la cocina, el agua había hervido pero estaba todo en orden. Apagó la hornalla, cerró el gas, 3 veces para cerciorarse, agarró las llaves, se hizo la señal de la cruz, y salió a la calle. Cerró la puerta con llave y revisó que la había cerrado bien.
Había sol y hacia calor, pero no le levantó el animo. Sólo tenía que caminar 10 cuadras hasta lo de su hija, pero no aguantaba la tensión. Caminando muy lento, primero un pie, luego el otro, con cuidado, no sea cosa de caerse y desnucarse.
Vio venir desde la esquina un muchacho de unos 25 años bastante desaliñado, buscando algo en el bolsillo del buzo. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, la iba a matar, seguro la iba a matar. Pensó en correr, pero le pegaría un tiro desde donde estaba, así que sólo cruzó la calle, mirando bien para cada lado con mucho cuidado. No se sintió a salvo hasta volver a subir a la vereda. Por su parte el muchacho había encontrado lo que buscaba y pasó escribiendo en el celular.
A ella el corazón le latía con mucha fuerza. Era eso, sí, se iba a morir de un paro cardíaco, por eso todo lo que le pasó. Se sentó en la puerta de una casa a descansar porque sentía que estaba agonizando, pero no, el paro no llegaba más. Decidió seguir hasta la casa de su hija y desde ahí pedir una ambulancia para ir al hospital. Se levantó con dificultad, se sentía tan vieja, tan débil.
Mientras caminaba iba rezando, sólo Dios podía salvarla de la tragedia que le esperaba. Pasó por la puerta de la iglesia a la que acudía todos los domingos y decidió pasar, ningún lugar en el mundo era tan seguro en ese momento como la casa del Señor. Se acercó a la puerta y cuando la quiso abrir se dio cuenta que estaba cerrada.
Era la decisión de Dios, había llegado su momento y ya no quería ayudarla. Él mismo le estaba cerrando la puerta de su propia casa, las señales habían sido claras, y ella las entendió. Escuchó la barrera del tren, y salió corriendo en esa dirección. Le faltaba una sola cuadra, la paz se apoderó de su cuerpo, de pronto vio todo con claridad. Cruzó la primer barrera y se arrodilló mirando de frente al tren. El tren pasó y ella ya nunca más tuvo miedo de morir.
Impecable!!! Te felicito.
ResponderEliminarMe mantuvo tensa todo el tiempo y al finalizar corrió un escalofrío por mi espalda..
ResponderEliminarMuy bueno!