martes, 14 de julio de 2009

Rutina

Y hoy me enfrento a ese monstruo otra vez. Sus tentáculos me amenazan. Sus colmillos me saborean aunque todavía no me alcanzaron. Camina lento, midiéndome, tanteando el terreno. Ese monstruo se me acerca y aleja, viene y se va. Olfatea el miedo en mi piel, la desesperación.
Salió de golpe de atrás de ese ropero marrón, ese que está en la esquina de la habitación, un poco arruinado por el paso del tiempo. Ese ropero que estuvo siempre ahí, desde que tengo uso de razón.
Él ya se alejó unos dos metros del ropero y está dos metros más cerca de mí. Podría correr hacia la puerta entreabierta, pero qué ganaría, ya sabía yo que no había forma de escapar de la situación. Él estaba ahí decidido a devorarme y no había nada que hacer, por más que lo intentara mis piernas estaban clavadas al piso y no podía sacar mis ojos de los suyos, me tenía hipnotizada.
La última vez pensé que lo había matado para siempre, que nunca volvería a atormentarme. Pero ahí estaba, con la baba colgándole de esa boca llena de dientes gigantes. Ahí está resurgido de sus cenizas, bah de las mías. Sus grandes ojos me observan como si pudiesen ver mi alma aterrorizada y muerta de dolor.
¿Lo disfrutará? ¿Conocerá la historia como la conozco yo? Porque yo ya sé lo que va a pasar, siempre lo recuerdo en el mismo instante, cuando ya es demasiado tarde para hacer algo. Se me va a acercar, me va a morder, golpear, rasguñar, masticar, tragar, y luego de todo ese dolor me va a regurgitar, y dejarme hecha pedazos en el piso. Esa saliva tan pegajosa y espesa va a cicatrizar las heridas, volverá a unir mi cuerpo, y él se va a ir desvaneciendo.
Yo ingenuamente volveré a creer que nunca estuvo y que nunca va a volver, hasta que dentro de un mes, como siempre, salga de atrás de ese ropero marrón.
Ese ropero que no quiero tirar porque es una reliquia familiar, porque me gusta tanto. Y porque una vez que el monstruo se desvanece es inofensivo, armonioso y le queda otro mes de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario